domingo, 5 de octubre de 2014

LA OTRA CARA DE LA MONEDA


Caminé por la plataforma, iba jugando con una moneda de 100 pesos, de las antiguas. Como un disparo para mis retinas los vi ahí parados con su facha dominguera, depronto, los pierdo. Como en su medida exacta la moneda cayó al piso mientras el vagón avisaba que ya iba a cerrar sus puertas.

Una vez allí, adentro de la caja rectangular, desafiando la física con el pensamiento, imaginé cómo se vería desde afuera mi ejercicio sencillo de gravedad, seguí lanzando la moneda cual árbitro de fútbol mientras el tiempo transportaba a unos 23 pasajeros dentro de esa caja a otro lugar.

Ellos estaban mirándose uno al otro equilibrando el mejor instante para darse un beso, ellos como cualquier enamorado se sintieron solos, únicamente acompañados por sus caricias y miradas, el tren frena y ella pierde el equilibrio de manera intencional, pues ella sabía que ese abrazo la iba a recibir.

Yo seguí jugando y la moneda volvió a caer, esta vez rodó hasta que mi pie le calló encima, involuntariamente quedé más cerca de lo que hubiera querido, esta pareja y el momento dulce que había visto, tomó un rumbo amargo.

La escena era como de un comercial de "Lady Speed Stick" a ella solo le faltaba el sombrero y a él ser el modelo de revista que terminaba con su nariz metida en la axila de aquella mujer, esto me ayudó a concluir que el Metro de Medellín era una locación muy cotidiana como para vivir comerciales expontáneos del famoso desodorante.

Todo desde mi sentido de la vista estuvo como de película, pero como no todo es perfecto, vino mi nariz a acabar con el mágico momento, nunca supe si era él o ella, pero uno de ellos estaba en el comercial equivocado, o quizá el acertado porque era un hecho que necesitaba echarse desodorante.


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