domingo, 19 de octubre de 2014

EL TIEMPO LOCURA TODO



La vi sufrir deciendo que no era capaz, la vi sin aire con las manos en los ojos, la vi abrazar el hombro más cercano ante la cruda realidad, todos los ahí presentes le aseguramos en diferentes tonos:  "la vida va a seguir, él no será ni el único ni el último que te haga sufrir". 

Hoy tres años después ella estaba ahí, en el mismo lugar que dejé aquel ser humano sin esperanzas, hoy todo era sequía en sus ojos, un huracan de valor. Al verme sonrió y con cara de alivio me dijo: "eres el único que me faltaba".

Sentí sus pasos firmes y poderosos, su mano tocó mi hombro como quien le habla a un pequeño, me sentó y mandó servir un nectar espumoso con aromas fuertes a lúpulo de tonalidad negra y un perdurable sabor a roble. 

Hacía un pequeño resumen de su vida en esos 36 meses, yo le exalté en varias etapas de la conversación mi alivio de verle tan bien, ella siempre dejó que el frio de aquella esquina se llevara mis halagos, simplemente siguió con  la sinopsis. 

Luego de darme un paseo retórico por el laberinto de sus múltiples posibilidades con otros hombres hizo una larga pausa, ahí aproveché y con mi rostro convertido en una incógnita me envolví en el silencio y logré lo que esperaba, su respuesta no pudo ser más contundente.

Como el más fiel de los corseles acercó su cara a centímetros de la mia, clavó una mirada despojada de dolor en mis ojos temerosos. Y allí en mi mar de incertidumbre, ella juntó las palabras que jamás se escaparán del cofre de las frases para no olvidar:

"Tenías algo de razón aquella vez, ese hombre fue el primero que me hizo sufrir, pero te prometo que fue el único"

En el impulso siguió su camino hacía mi boca y en un deje desvió su boca a mi mejilla más cercana, rápidamente recuperó su postura, levantó su botella, la chocó con la mia, se paró y como si no hubiese dicho semejante frase, fue y se filó entre las cuatro niñas que querían entrar al baño.

Yo era uno de los tres que estaba ahí y dije lo que dije, hoy entiendo que mi versión de consejero en el amor, junto al irresponsable y desmesurado empeño de algunos por romper los corazones de otras, habíamos creado a esa rígida persona que tenía ganas de orinar.

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