jueves, 24 de octubre de 2013

HERMANOS DE VIDA, HERMANOS DE CALLE

 "No lo puedo creer era el abogado", "qué injusto si es el médico, administrador, ingenero, buen hombre o esa que ya sabíamos que iba a terminar ahí". Hay algunos seres mágicos como usted o como yo que por circunstancias de la vida toman rutas difíciles de entender.

Y es que es tedioso buscarle culpables a los obstáculos de la vida: 

- Es que él se relacionó con unos socios regulares que se aprovecharon de él y lo llevaron a la quiebra.
- Es que la mujer lo dejó y se estuvo paseando por el club con el nuevo amante.
- Resulta que los hijos le pagaron mal y el hombre se dejó llevar por los malos hábitos.

Así la gente va con el opinómetro por delante, es triste porque los seres humanos estamos muy pendientes de los tropiezos y no de los triunfos.  Esperar a que un exitoso caiga en desgracia para admirar y resaltar entre el pensamiento primitivo y la boca el peor estado de un hermano, ese es el éxtasis  de aquellos que hoy son los mejores amigos de las malas energías.

Bogotá tiene la mágia de las metrópoli, permite dibujar escenas de filantropía pura en las calles, si hubo monedas o hubo algún tipo de recompensa para el maestro que pueden ver a continuación no es lo que me importa, lo maravilloso es el tiempo que se tomaron algunos jóvenes para admirar a Edgar Espinoza desde su interior, desde lo que realmente es, qué buen tipo, qué bueno tenerlo entre nosotros, todo un experto de sortear los barrotes para poner a volar nuestros más íntimos sentidos musicales.  

No lo culpo, no lo juzgo y  lo admiro porque su profesión es vivir,  pudo haber pasado, pasan y pasaran miles de situaciones en su andar que yo no lograré entender porque simplemente no me dedicaré a vivir la vida por usted, las calles del planeta son muchas, los amigos de los instantes pocos, ojalá pueda toparme con usted algún día, seguro mis ojos reflejarán el placer de poder conocerlo.