jueves, 21 de marzo de 2013

Bus, lluvia y bendiciones

Existe una razón poderosa que me recuerda que debo comprar algo, esa razón poderosa es la charlita pesada del aguacero de 3 a 6 pm que está cayendo diario sobre Medellín, el problema es que el resto del día, me olvido por completo de mi compromiso con la compra del paraguas.

Un proveedor hizo que lo esperara hasta más allá de las 7pm, yo sentí que era muy paciente, pero después no me dije mentiras, el afán no era tanto porque la lluvia era mucha, Por fin a eso de las 7:20 pm llegué empapado al frente de la iglesia San José y lo vi venir entre la lluvia, era el Laureles 190, qué alivio!

Ya adentro tomé asiento y vi cómo otro pasajero que recién había subido se sentó compartiendo banca con un señor, al darse cuenta de que había otra banca doble libre inmediatamente se paró y se cambió a su propia banca, y digo propia porque cuando uno va en un bus sentado sólo siente como suya la silla, por eso todo aquel que venga a sentarse con nosotros es considerado un intruso.

Después de que dos pasajeros lo tomaron como referencia en la calle para ver si el bus era el correcto, el conductor lo dejó subir a trabajar, su gorra escurría agua, su hablado era el del común entre los vendedores, su nivel de inteligencia era nada despreciable, el promedio de personas que hoy por hoy pagan su pasaje con un billete de dos mil pesos es bastante alto, así que la gran mayoría de personas del bus tiene dentro de sus bolsillos los 400 pesos en los bolsillos y ese era el costo de su producto.

Como si estuvieran en un baile los transeúntes sincronizan sus dos pasos atrás y  la llegada del bus al charco, todo con el objetivo de que el "chingleteo" no les moje lo poco que han logrado mantener seco los paraguas, porque no nos engañemos, a todo el mundo le queda chiquito, así que con y sin paraguas, todos llegamos a cambiarnos la ropa mojad a casa. 

Volví  a dirigir mi atención adentro del bus, íbamos en un taco sobre el puente de San Juan con la Autopista Sur, un tipo de acento costeño soltó una colombianada común y corriente, hablando por celular y empezando a bajar el retorno que nos conecta con la Avenida Bolivariana dijo: "Estoy en el bus,  ya bajándome en la casa"  Me quedé mirándole fijamente haber si conocía las llaves de La Plaza de Toros La Macarena, El Río Medellín o cualquiera de esos talleres mecánicos que hay por todas partes en ese sector.

A manera de servicio social comunico que en horas pico el bus 190 de Laureles no bordea el bario San Joaquín por la carrera 66 B, sigue derecho por la Avenida Bolivariana ya que es una calle más transitada y cuenta con paraderos de buses intercalados, así mi querida señora que evítese gritar: "vea déjeme aquí que ya otra vez cambiaron esto, ¿usted no volteaba aquí pues?" 

Ahí a punto de bajarme del bus la lluvia, el proveedor, los celos de puesto en el bus, los vendedores, los charcos, las colombianadas y el desconocimiento de la ruta en horas pico, no iban a lograr un cambio en mi estado de ánimo, yo estaba bien y así me iba a quedar.  

Depronto hubo un clic, mi libreta mojada, mi lapicero sin tinta y la chocolatina que le compré con mis 400 pesos, no era una "Jet" tradicional sino ácida, eso si logró que mi genio le pidiera asesoría psicológica a mi memoria, ella le dijo: "Recuerda lo que dijo el vendedor".

Que Dios me bendiga!!    

        






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